en panadería la catedral,
un hombre
con el alma
más pegada
al hueso que a la piel,
bebía por
no llorar y lloraba
por no
beber todas sus penas,
quería algo
de pan, eso le entendí,
cuando un
hombre le sacó a empujones
y cayó a la
alcantarilla, su cabeza craqueó
como un
paquete de papas tostadas contra la acera,
se desbocó
sin piedad toda su sangre;
son
doscientos quince, dijo la cajera
y el pan
que me comía no bajaba de mi garganta
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